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Cuando parece que Dios no escucha

Soy una persona de oraciones viejas –me dijo una mujer. Al principio no la entendí… Luego aclaró mi duda al contarme que por largos años ha estado bajo la impresión de que mientras ve que a muchos le llegan bendiciones a ella las bendiciones parecen eludirla. Hay mucha gente que se siente así. Tal vez seas uno de ellos.

Hubo un cristiano del siglo XVII que creía profundamente en la providencia de Dios a través de la oración y tenía un corazón sensible y generoso. A lo largo de su vida llegó a cuidar de alrededor de cien mil niños, la mayoría de los cuales eran huérfanos. Su nombre fue George Müller.

George Müller era un hombre de oración y compromiso. Se cuenta que siempre llevaba consigo un cuadernillo adonde solía escribir las peticiones que tenía para Dios y, sin importar el momento del día o la actividad que estuviera realizando, hacía un alto para contarle a Dios la petición que acababa de pasar por su mente.

También en ese mismo cuadernito colocaba las respuestas que recibía a sus plegarias. George Müller tuvo una larga y sacrificada vida de servicio. Al llegar al final de sus días, decidió contabilizar en todos sus cuadernos las oraciones que habían recibido su contestación solamente para admirarse y conmoverse: Dios había respondido a más de cincuenta mil de sus plegarias.

Oraciones sin respuesta

Lo de las oraciones sin respuesta es un tema frecuente entre las personas que nos piden consejo. Con el paso de los años, y después de escuchar numerosas historias, veo que lo que muchas veces nos desilusiona no es la respuesta que no llega, sino la sospecha de que a Dios realmente no le interesamos o directamente que Dios no nos escucha. El vacío interior que algunos padecen tiene que ver con esa convicción errónea de la forma en que Dios actúa.

Los silencios de Dios simplemente pueden ser la forma que tiene para dejarnos saber que nuestras peticiones pudieran no estar de acuerdo a Su voluntad. Los silencios de Dios pueden ser una manera de llamarnos a aceptar sus designios con humildad y permanecer a la espera de que Él pueda darle sentido a lo que no entendemos y darnos paz frente lo que nos inquieta.

Es casi una regla que quien ora mucho recibe mucho. Sin embargo, en ocasiones pedimos que Dios convierta en realidad algunos deseos que desde nuestra comprensión son buenos, pero como no vemos más allá de nuestras pestañas, estamos ciegos a las consecuencias potenciales adonde esos deseos nos pueden conducir.

El Señor es un Padre protector y un amoroso Guía. Sabe que poco favor pudiera ser que nos conceda algunas cosas que le pedimos, entonces solo calla y en silencio nos sigue ofreciendo su cuidado. 

Ignorando algunos peligros

Becky y yo somos padres de dos niños: Benjamín y Ezekiel; de cinco y tres años, respectivamente. Como la gran mayoría de los niños los nuestros también son curiosos y exploradores y se sienten atraídos por aquellas cosas que solo pueden usar bajo nuestra supervisión como, por ejemplo, mis herramientas.

Al mudarnos a una zona semirural, a la fuerza fui comprendiendo que no tener herramientas es carecer de soluciones, así que poco a poco he tenido que ir haciéndome de pinzas, tenazas, taladros, martillos, tornillos, prensa, serrucho, diferentes tipos de llaves, etc.

Los niños suelen merodear mi caja de herramientas casi a diario a la espera de poder aprovechar alguna oportunidad. Solo quieren jugar, imitarme y pensar que están reparando algo… Pero, por su falta de experiencia, no se percatan del peligro que pudieran correr sin un adulto que esté acompañándolos.

Recuerdo que un día llegué de la oficina y descubrí que Ezekiel estaba ¨arreglando¨ las luces frontales de mi auto con el martillo más grande que encontró en la caja y, al verme llegar, con una sonrisa y sus bracitos extendidos me presentó su obra de arte… ¡casi me da un infarto!

Así que frecuentemente sucede que cuando los veo jugando con ciertas herramientas debo retirarlas rápidamente de sus manitas y les recuerdo que deben esperar a que yo resuelva cuáles usarán.

Como puedes imaginarte, la mayoría de las veces los niños no están de acuerdo con mi decisión, así que me persiguen por toda la casa llorando e insistiendo por las herramientas.  Cualquier padre sabe que el resultado de no propiciar supervisión a sus pequeños pudiera llegar a ser muy doloroso.

¿Sabes? En este sentido pienso que los adultos no dejamos de parecernos a los niños… Nos llama la atención el peligro, merodeamos lo prohibido, negociamos con los límites y hasta en ocasiones jugamos con la aparente distracción del Cielo. Incluso, llegamos al punto de desear tanto algo que en numerosas oportunidades pedimos con insistencia cosas que Dios, en su infinita sabiduría no nos otorgará.

Hasta lloramos detrás de Él persiguiéndolo una y otra vez con el mismo asunto, pero el Señor conoce el resultado indeseado que acarrearían esas plegarias si fueran concedidas.

Por qué Dios responde como lo hace

Siento que a veces Dios nos bendice con lo que nos quita mientras el diablo no tiene problemas de maldecirnos con lo que nos da.

La palabra de Dios enseña lo siguiente:

“Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.  Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 de Juan 5:14-15).

Siempre que lo que pidamos sea conforme a la voluntad de Dios nuestras oraciones tendrán su respuesta sin importar de qué se traten. Esto no significa que la contestación vendrá en el tiempo o en la forma que imaginamos.

Mira, me encanta esta reflexión que explica la manera en que Dios contesta a algunas de nuestras plegarias:

A veces le pedimos a Dios fuerzas, pero Él nos enseña a enfrentar las dificultades y así nos hacemos fuertes.

A veces le pedimos sabiduría y aparecen más problemas para resolver… así nos hace sabios.

A veces le pedimos prosperidad y Dios nos da más trabajo, así nos hace prósperos.

A veces le pedimos coraje y Dios prueba nuestra fe, así nos hacemos valientes.

A veces le pedimos paciencia y Dios permite ciertas pruebas, así forjamos mayores virtudes en nuestro carácter.

Casi todo el tiempo a Dios le pedimos favores, pero Él nos da oportunidades, así aprendemos a cumplir nuestra parte.

Y cuando le pedimos a Dios que se compadezca de nosotros Él nos da alguien con quien compartir nuestro pan, así nos enseña a amar.

Dios te ama y ha estado contigo desde el principio.

Ha escuchado todas tus oraciones. Está atento a tus plegarias y necesidades de hoy y sus oídos siempre estarán inclinados hacia ti para escuchar lo que tienes para decirle.

Sin embargo, Dios jamás pondrá en tu camino algo que te perjudique o te hiera sin importar cuántas veces pidas por ello.

Él solo te concederá aquello que sea lo mejor para ti y nada menos que lo mejor para ti.

Todo lo que Dios hace es bueno.

Cuando parece que Dios no escucha por Luis César Caballero

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