Que nos llamen “cristianos”

Mahatma Gandhi estudió Derecho en Inglaterra, argumentó delante de los tribunales, se vistió con las ropas más elegantes de Europa, compareció ante monarcas y primeros ministros, pero murió sin dinero, revestido de una túnica blanca de algodón hilada a mano y tejido en casa.

No dejó mucho de valor material: un par de sandalias, una túnica, un plato con el que comía arroz, sus anteojos y nada más, pero la herencia de su vida fue una nación libre y ayudó a la India a buscar su independencia sin el uso de la violencia, tal cual Jesús lo enseñó en el Sermón del Monte y así reunió a toda la nación en un solo propósito de ser libres.

Algunas de sus palabras fueron: Humildemente me esforzaré en amar, en decir la verdad, en ser honesto y puro, en no poseer nada que no me sea necesario, en ganarme el sueldo con trabajo, en estar atento siempre a lo que como y bebo, en no tener nunca miedo, en respetar las creencias de los demás, en buscar siempre lo mejor para todos, en ser un hermano para todos mis hermanos.

También dijo: Viviré más sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir. Un personaje extraordinario. Un hombre cuyo nombre quedará en los anales de la historia como alguien que aportó algo distinto al mundo.

En una autobiografía que se publicó en la India, él dice que en sus días de estudiante se impresionó mucho al leer los evangelios, pensó seriamente en bautizarse y ser miembro de una iglesia cristiana. Él creía que el cristianismo era la solución para los prejuicios raciales y para las diferencias de casta que afectaban a la India y a África.

Un domingo por la mañana, Gandhi fue una iglesia cristiana que estaba cerca de su casa y tenía el firme propósito de hablar con el pastor al terminar el culto para hacerse cristiano, cuando entró en el templo, los diáconos que estaban en la recepción de la iglesia se negaron a darle un asiento y le sugirieron que fuera a una iglesia para negros.

Gandhi entonces salió de aquel lugar para no volver nunca más a una iglesia cristiana; y pensó: Si también los cristianos tienen diferencias de clase, entonces permaneceré siendo hindú y desde allí trataré de hacer lo mejor que pueda.

A veces me da la sensación de que el nombre cristianos nos queda demasiado grande porque si solo fuéramos lo que decimos ser, si no estuviéramos tan lejos de lo que aparentamos, si nuestros hechos fueran más consecuentes con nuestras palabras, si el cristal de nuestras acciones estuviera limpio, si nuestras huellas condujeron a mejores caminos, si nuestros defectos nos hicieran más humildes, si nuestra autoridad descansará en nuestro ejemplo, si nuestras capacidades nos hicieran más conscientes de nuestras limitaciones, si nuestra mirada fuera transparente, si al escuchar pusiéramos toda nuestra atención, si no nos preocuparan las calumnias más que vivir de tal manera que demostremos que son falsas, si no solo exigiéramos justicia para nosotros, si fuéramos capaces de poner la otra mejilla y no solo predicar de ello, si la mentira fuera una desconocida a nuestros labios y si la esperanza de la que hablamos tanto hiciera efecto en nuestra propia vida; entonces sería más fácil que nos llamen cristianos.

Luis César Caballero

FuerzasParaVivir.com

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