5 secretos para que el tiempo te rinda mejor

Existen muchas personas a las que no les alcanza el tiempo. Con frecuencia, todas repiten “No me alcanza el tiempo” o “esta semana se me fue antes de lo que pensaba”.

Otra frase que dicen es: “Ay, no tengo tiempo”. También yo la he dicho en mi antigua forma de vivir, pero creo que constituye una respuesta automatizada para salir del paso. Y estas no son respuestas premeditadas de personas que analizan su tiempo; sino más bien, de personas estresadas.

Y, en realidad, quienes no tienen tiempo son los muertos; los vivos sí disponemos de él, pero la clave de todo está en cómo lo utilizamos; no en vano muchos dicen que el material del cual está hecha la vida es el tiempo.

Por ello creo que “La vida es un regalo que Dios nos da en forma de tiempo”; entonces, aquellos que roban tu tiempo, te roban la vida y no te puedes dar el lujo de malgastarlo.

A veces hay actividades que no son malas en sí, pero no nacimos para hacerlo todo. El énfasis consiste en aprender a organizarnos de manera que usemos el tiempo sabiamente.

Y como en la actualidad hay muchas cosas que tratan de acaparar nuestro tiempo; aquí les comparto estos cinco secretos…

5 consejos útiles para que el tiempo rinda mejor

  1. Comienza tu día antes de terminarlo

Muchos se levantan por la mañana sin tener una visión clara de lo que desean lograr. Su pensamiento los guía a esperar qué les traerá el día, en vez de desempeñar un rol más activo haciendo que las cosas sucedan. Para la persona que no ha planificado su día, todo camino le parece una oportunidad a tomar. Le es muy fácil irse tras cualquier distracción como el celular, la televisión, etc. Comenzar el día antes de terminarlo se refiere a realizar preparativos con antelación. El consejo es: dedica 20 o 30 minutos a planificar tu día al menos la noche antes de que comience. Debes ser objetivo y flexible en dicha planificación. Ten una visión general de lo que deseas hacer y anota lo más importante. Recuerda que Dios no improvisa, Dios planifica: cuando Jesús vino a la tierra, traía bien definido su plan de Salvación. Su misión estaba clara y, aunque aparecieron distracciones, no les hizo caso. En su propósito de salvar al mundo no se apartó de lo previsto. Intenta entonces tener días sabios planificando tu tiempo.

  1. Realiza un inventario de tu tiempo

Esto consiste en investigar a dónde se están yendo las horas que te faltan, además de saber cómo estás usando las que reconoces conscientemente como útiles. Podemos hacerlo tomando un calendario o libro de notas y ver las actividades que realizas de forma general como mínimo por tres días o máximo una semana. Revisa estas actividades en un período de 30 minutos a 1 hora y ve realizando anotaciones; así descubrirás en qué se van tus horas. Muchos se han sorprendido de los resultados alcanzados en este proceso. Realizar un inventario de lo que hacemos cada día nos permite descubrir dónde estamos, qué actividades se están llevando nuestras horas y cómo debemos reajustarnos para lograr una visión más clara y alcanzar nuestros propósitos. Deberíamos aprender a usar el tiempo como si fuera dinero. Podemos comparar cada minuto u hora con un dólar, de seguro seríamos más cuidadosos. Cuando se pierde el tiempo no desaparece por arte de magia, algo lo está consumiendo.

  1. Armoniza tu tiempo con lo que deseas lograr

Una vez que hayas descubierto hacia dónde se están yendo tus horas, debes reajustar tus prioridades. Posteriormente, armonizar tu tiempo con la visión de tus propósitos. Por ejemplo: tienes la visión de perder peso en un período de seis meses. Haces el inventario y descubres que no estás haciendo ejercicios, pero en la noche dedicas dos horas para ver una serie de NETFLIX.  Si reajustas esas dos horas, encontrarás un espacio para realizar los ejercicios propuestos. Recuerda que cada ser humano está dotado de tanto potencial que el tiempo que tenemos en esta tierra no va a ser suficiente para utilizarlo. Es tanto que vas a necesitar la eternidad para desarrollarlo y Dios la ha puesto a nuestro alcance.

  1. Aprende a decir no

La vida es un asunto de prioridades. No podemos hacerlo todo al mismo tiempo. Cada sí, tiene un no por implicación; y cada no, un sí por discrepancia. Esto es que cuando le decimos sí a una cosa, le estamos diciendo no, a otra. Muchas de estas cosas llegan a nosotros sin estar en armonía o alineadas con la visión anteriormente propuesta. Pueden ser actividades buenas en sí, pero aparecen en desacuerdo con lo previsto y, por lo tanto, es momento de decirles ¡No! Este consejo nos permite utilizar el tiempo de manera eficaz, por lo cual no debemos sentirnos mal al negarnos a cualquier acción. Aquí quiero rescatar una frase de Steve Jobs: “El éxito, en parte, consiste en decir no a muchas cosas y sí a unas pocas”. Recuerda que actualmente la psicología comercial está orientada a decirle sí a todo lo que se nos presenta. Muchas veces son respuestas condicionadas. Quizás podemos decirla para salir del paso o por no hacer sentir mal a los demás, pero a veces ese sí, no está guiado por Dios. Yo he tenido que decirles no a mis amigos o a personas que aprecio. Cuando tengo la oportunidad de servir o ayudar a otros, lo hago con mucho gusto. Debemos dejar que nuestra agenda sea guiada por una misión inspirada por lo divino.

  1. Invita a Dios a tu vida y entrégale todo tu tiempo

Preséntale a Dios el plan elaborado previamente, y según su providencia Él dirigirá tu camino mostrándote por dónde andar. Al invitar a Dios a nuestras vidas, le entregamos todo nuestro tiempo, nuestros sueños, planes y propósitos. Él los armonizará con su misión y, aunque aparezcan dificultades, nos ayudará a solucionarlas. Como resultado viviremos más felices, pues estamos en armonía con el Salvador. (Francisco Pérez).

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