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Sombras en la pared

Recuerdo que cuando éramos niños, en ocasiones mi mamá tenía una forma práctica y económica para que pasáramos largas horas sin aburrirnos…

Mamá nos entretenía haciendo figuras con nuestras manitos colocándolas cerca de la luz y observando sus sombras en la pared.

Allí, en la casa de mi abuela adonde vivíamos en aquel tiempo, había de una vieja lámpara que tomábamos prestada clandestinamente para el juego.

Con trabajo, intentábamos hacer figuras de monos, conejos, aves, hasta un cocodrilo y un león. Pero diría que más de la mitad del tiempo no se entendía la figura que nos esforzábamos por hacer.

Una de esas tardes, mientras jugábamos, caí en desesperación porque, al ser el menor de todos, mis manos eran las más pequeñas y mis figuras se veían diminutas al lado de las de los demás.

Entonces, mi madre al ver y entender la situación se acercó a mí, me sentó en su regazo y con toda ternura me dijo:

—Hijito, no hay por qué desesperar, solo acércate a la luz y cuánto más cerca de la luz estés, más grande será lo que haces con tus manos.

Como te puedes imaginar, este consejo me sirvió no solo para aquella tarde, sino que me acompaña hoy en los asuntos más serios de la vida.

Decidí compartirlo contigo por si acaso en algún momento sientes que lo que intentas no está rindiendo frutos o, simplemente, nunca terminas de lograr lo que te has esforzado por hacer.

Toma este consejo, si deseas, y llévalo contigo adonde vayas: «Cuanto más cerca de la luz estás más grande es lo que puedes hacer con tus manos».

Sombras en la pared por Luis César Caballero

 

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